domingo, 4 de enero de 2009

Clara y el mar

Clara, la hacedora de sus propios días. Recostada sobre la playa bebiéndose de a poco el sol de estío, podía encrespar las olas en un tumulto de espejos o hacer girar los vientos. Podía formar remolinos de arena que danzaban siguiendo el compás de una música imaginaria o convocar espesas nubes de lluvia que hacían llorar a los cielos salitre de penas.

Nadie sabía quién era Clara ni de dónde venía, nadie le preguntaba nada y ella no hablaba más que con el mar. Le arrancaba confesiones del pasado hundidas en su lecho abismal reflotando aquellas historias que habían naufragado allá abajo, en el verdor profundo y frío que se perdía en tumbas de milenios. Durante la noche caminaba sobre el reflejo de la luna llena que plateaba la superficie del agua y siguiendo aquel sendero de luz que la llevaba hacia las estrellas prendía en silencio su propio lucero.

Pero un velo de nostalgia opacaba aquellos ojos transparentes y hacía que su mirada se perdiera más allá del horizonte donde reinan las sombras de la muerte.

Clara era sobre la arena la hacedora de sus días pero en el mar tenía forjado su verdadero destino de ensueños. Como un pez fuera del agua que espera la marea para volver a nadar, así esperaba su propia marea hecha de antiguos recuerdos de sal.

Y un día la marea llegó y se llevó a Clara.
La vieron nadar entre un séquito de nereidas hacia las deslumbrantes profundidades de su reino llevándose consigo un nombre que alguien le ofreció al pasar. Y como una perla entrando a su ostra, Clara volvió al mar.

2 comentarios:

Martín Gvevara dijo...

Clara y el mar, el claro mar, marclaro, marcado, mar marcado, Clara en el mar.

A veces sentimos inmensas ganas de hundirnos en nuestras profundidades, donde estamos, según nosotros, seguros.

Charly T. dijo...

Un cuento que es una metáfora llena de imágenes hermosas y claras como el mar.
Un cariño.