miércoles, 14 de enero de 2009

Ahora que soy libre


¡Derrumbé mis propias fronteras! ¡Soy libre!

Las cadenas que una vez me aprisionaron yacen herrumbradas a mis plantas y el candado de aquel grillete torturante duerme el sueño eterno de los inútiles. En otros tiempo apenas si vislumbraba el resplandor de la luna colándose entre los intersticios de mi celda. Ahora mi vista se pierde allende los campos, sobre el horizonte, donde el alambrado de púas arranca un ramillete de sangre al magistral ocaso.

Antes, caminaba en círculos rebotando contra las paredes y socavando con mi andar desesperado las piedras de aquel piso frío y gris. Ahora, se me dio a elegir entre los senderos que no acaban sino más allá del infinito donde no llega siquiera la inmaterial sustancia de mi pensamiento.

En otros tiempos comía del horroroso festín de la ignorancia apretando los ojos en un intento por borrar de la mente la imagen de aquellos desperdicios que me eran ofrecidos como único alimento. Ahora, se me ha servido el banquete reservado a los grandes y puedo saborear el elixir de la vida en la exquisita copa de la sabiduría.

Antes no podía pensar siquiera en otros mundos sin correr el riesgo de agotar mis últimas fuerzas en el intento ya que me resultaba imposible asumir esa idea habiendo nacido en miserable cautiverio. En cambio, ahora que soy libre, vuelo sobre eternidades pobladas de seres que como yo, buscan el arcoiris para proyectarse sobre la tierra con los cálidos rayos de la esperanza.

Alguna vez perdí las uñas al rasquetear las piedras que me rodeaban tratando de encontrar un resabio de naturaleza, más ahora mis dedos se hunden suaves en la fértil tierra cuando deposito la simiente fecunda de la vida y descubro alborozada el milagro de la siembra.

Tantos fueron los años de aquella soledad entre millones, de aquel vacío limitado por las únicas vivencias que el espacio me ofrecía, que ahora me resulta fantásticamente extraño el aire puro que respiro y el agua cristalina con que apaciguo mi sed cuando el sol calienta la arena bajo mis pies.

Porque de tanto caminar mi libertad, toparon mis pasos con el mar. Y fui cielo, y fui agua, y fui sal..., fui gaviota, fui orilla y un poco más allá, horizonte donde las olas danzan con la música del viento y el murmullo infinito de las distancias.

¡Ahora que soy libre, ya no puedo detenerme nunca más!

1 comentario:

Charly T. dijo...

Un relato como nos tenés acostumbrados, con la lírica a flor de piel y con temas que siempre llaman a la reflexión. Besos